martes, 2 de diciembre de 2008

"Orgullo y Prejuicio"



por Alejandro Fernández



     Cuanto uno siente la necesidad de resumir una genialidad artística en pocas palabras o en alguna épica y eterna imagen que se nos vendrá a la mente con solo oír el nombre de la obra, reconoce que a veces es incapaz de hallar entre una intrínseca oleada de escenas ese peculiar y único momento que consiga aunar en sí mismo la belleza que la caracteriza en su totalidad.

     La excepción, claro, la brinda este verdadero logro maestro de Joe Wright (“Expiación, deseo y pecado”) al otorgarnos esa mágica escena final, cuando Lizzie (Keira Knightley, "Dominó") entrelaza sus manos con Darcy (Matthew Macfadyen, "Muerte en un Funeral") y el ocaso cae sobre ellos, provocando que nuestros corazones se endulcen de pasión por un desenlace por el cual, a pesar de que lo anticipábamos, jamás imaginamos que nos iba a alegrar tanto.

Pero no solo nos quedamos con ese magnífico epílogo, sino que también nos embargamos de emoción cuando ven a Lizzie sonreírle y decirle (confesarle, mejor dicho) a su padre (Donald Sutherland, "Apariciones") que está enamorada de Darcy y que quiere casarse con él y, si hay una forma de aumentar la brillantez del momento, son las lágrimas de Mr. Bennet totalmente conmovido, respondiéndole a su hija preferida que solo la dejaría partir con alguien que la merezca de verdad... aunque, como bien lo dice el dicho: “en el amor no hay merecimientos”.

     Si de merecimientos se trata, hay que destacar la soberbia labor de Brenda Bethlyn ("Saving Grace") como la testaruda y materialista Mrs. Bennet, una pieza fundamental del engranaje en esta historia, ya que la sensación es que el papel no hubiese deslumbrado tanto si estaba en la piel de otra actriz. Porque Brenda reluce por su obsesión por lograr que “su” Jane (en la representación de la bella Rosamund Pike, "Doom") se case con el codiciado Mr. Bingley (Simon Woods, "Penelope") y ni hablar de cuando se muestra como una auténtica mujer sin escrúpulos al ser capaz de entregar a Lizzie, su propia hija, a un inadecuado pretendiente con tal de asegurarse que su “castillo de arena” no será derrumbado.

     “Orgullo & Prejuicio” es una genuina maravilla del séptimo arte, mire por donde se la mire. Desde la fiel adaptación de la obra de la reconocida Jane Austen, pasando por el fantástico trabajo del elenco que el señor Wright pudo reunir (sin olvidarme de destacar a la prestigiosa Judi Dench, la mismísima jefa de James Bond, como una arrogante aristocrática), hasta esas escenas de deslumbrante encanto que se nos presentan con tanta naturalidad, como lo son un atardecer lluvioso en el campo o una vista conmovedora de los castillos ingleses de finales de época. Porque cuando el telón se baja, uno no puede más que liberarse de sí mismo y aplaudir raudamente (y de pie, señoras y señores, de pie) esta conmovedora historia que tan bien logra ahondar en los instintos, deseos y comportamientos de los seres humanos, revelando con raigambre (y hasta con cierta aspereza) lo vulnerables y obstinados que podemos llegar a ser cuando el orgullo y el prejuicio nublan nuestros corazones.

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